Otros diez pueblos que deberían cambiar de nombre pero ya

  10.- Kagada, Japón

Kagada (en japonés 利田) es un barrio de la ciudad de Gyōda, en la prefectura de Saitama, a unos sesenta kilómetros al norte de Tokio. Es fácil sospechar que su nombre no es más que la transcripción fonética que algo que en japonés significa «el colibrí bate sus alas sobre los cerezos en flor con el Monte Fuji al fondo» o algo similar. Aparentemente existe una compañía que toma su nombre del barrio. Tal vez se dediquen a fabricar papel higiénico…

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Mi primera frontera

Ubiquémonos. Anno Domini MMVI, o sea 2006, cosa de año y medio antes de que este blog suyo de ustedes empezara a existir. Hacía unos siete meses que me había trasladado a Barcelona desde mi Madrid natal. Por si se lo preguntan, sí, había una mujer detrás de la mudanza. Y sí, me casé con ella. Algún lector veterano tal vez se acuerde el post en un terrible inglés que publiqué por aquel entonces. A lo que iba. Cuando llegué a Barcelona obtuve mi primer contrato laboral decente, que incluso superaba en un par de docenas de euros el mileurismo en doce pagas, y que me permitía no sólo comer y pagar una habitación en un piso compartido con una médico rumana adicta a los bikinis, un latin lover argentino y un diseñador gráfico de Vic, sino además lujos tales como cenar fuera de vez en cuando o ir de vacaciones con Easyjet a un Bed&Breakfast londinense o a algún tugurio en el antiguo Berlín Este. A cambio, eso sí, el trabajo me exigía tener un coche. Bueno, en realidad no me lo exigían. Pero era un trabajo de comercial para empresas por toda Cataluña, y durante seis meses las había pasado bastante canutas yendo a lugares tan exóticos como Sant Quirze del Besora o Sant Pere de Nosedonde usando sólo transporte público y algún taxi ocasional. Y uno no sabe lo que es el tercer mundo hasta que no ha viajado en las Rodalies de Barcelona. Hacen que Burundi parezca Singapur. El caso es que a los seis meses de llegar a la Ciudad Condal me compré un coche. Antes tuve que pasar el engorroso trámite de suspender dos veces el examen de conducir, pero esa es otra (aburridísima) historia. Ya estamos la mayoría de los protagonistas de esta narración. Yo, el trabajo y mi flamante coche nuevo. Falta la frontera.

Habría tenido mucho sentido que este fuera mi coche, pero no es el caso

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Lo que queda de Plymouth

Vista aérea de Montserrat (© Mardis)

Montserrat es uno de esos peñascos caribeños que el Reino Unido mantiene como Territorio de Ultramar tras colonizarlo allá por el siglo diecisiete. Es una isla verdaderamente minúscula, con apenas cien kilómetros cuadrados de superficie y tan sólo cinco mil habitantes, que forma parte de la exigua lista de la ONU de territorios por descolonizar. Su capital de jure es Plymouth, aunque hace década y media que nadie vive allí. En Plymouth sólo quedan cenizas y escombros de lo que un día fue una ciudad de varios miles de personas, que vieron como casi de la noche a la mañana su pequeño mundo quedaba completamente arrasado. Plymouth hoy sólo existe en la memoria de los que la conocieron, y la ciudad y sus alrededores son un páramo inhabitable.

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