Forest City, la ciudad fantasma de los treinta mil millones de dólares

A orillas del estrecho de Malaca, donde se junta con el breve brazo de mar que separa Malasia de Singapur, se alza una isla artificial. En ella crecen los rascacielos como setas en el bosque después de una tormenta, formando un farallón de cemento de cien metros de altura que se alza de forma casi amenazadora sobre el mar. Una ciudad pensada para alojar tres cuartos de millón de habitantes y que, diez años después de su concepción, permanece casi completamente vacía. Torres, edificios, casas, tiendas, prácticamente todo lo que hay en Forest City son cáscaras huecas a la espera de tiempos mejores. Hoy en Fronteras, la ciudad fantasma más cara del mundo.

El material del que están hechas las pesadillas (Yes Theory)

La idea era ambiciosa. Construir una ciudad desde cero sobre una isla ganada al mar con el objetivo de atraer población local pero también, y sobre todo, inversores extranjeros. Específicamente chinos, no sólo grandes firmas de inversión sino miles o decenas de miles de pequeños propietarios que quisieran aprovechar la oportunidad de comprar una segunda residencia, una vivienda para alquilar o simplemente un piso para revenderlo más adelante. Un apartamento en primera línea de mar en Forest City costaría la mitad que en Shangái, y gracias a la reciente aparición de la clase media en China, había un montón de dinero esperando un lugar donde ser invertido. Así que en 2006 se anunció el proyecto, apoyado por todas las administraciones malayas, y diez años más tarde empezaron las inauguraciones. Se esperaba una avalancha de compradores y de residentes, pero lo primero no llegó nunca, y lo segundo sólo con cuentagotas.

Llegando al bosque de cemento (BI)

Forest City se planeó para alojar a setecientos mil habitantes, cifra a la que estaba previsto llegar en el año 2035. A principios de 2025 la población real era ligeramente superior al 1% de esa cantidad. Entre nueve y diez mil habitantes residen en los más de treinta mil apartamentos y villas que se han alzado en los dos kilómetros cuadrados de la isla. Originalmente iban a ser cuatro islas y doscientas mil viviendas, pero las cosas no salieron exactamente como se esperaba. El desarrollo se paró cuando se llevaban invertidos treinta mil millones de dólares.  Primero vino el cambio político. El gobierno que había autorizado el proyecto fue derrotado en las urnas, y los nuevos mandatarios pusieron trabas a la compra de vivienda por parte de extranjeros. A eso se le unieron las trabas que Pekín le puso a la salida de capitales del país, limitando a cincuenta mil dólares cualquier inversión particular en el extranjero. Y después vino la pandemia y, con ella, las restricciones de movimiento. Mucha gente regresó a su país de origen, especialmente los que vivían en la ciudad pero trabajaban en Singapur. Por si eso fuera poco, al Covid le siguió el reventón de la burbuja inmobiliaria china. Después de dos décadas de crecimiento geométrico, el sector del ladrillo se enfrió a toda velocidad, dejando miles de promociones a terminar por todo el país. Forest city es propiedad en un 60% de la mayor promotora de toda la República Popular, Country Garden, que se vio atrapada en una descomunal espiral de deuda que casi le lleva a la quiebra. Sin compradores dentro o fuera del país, Forest City quedó convertida en un escaparate carísimo pero casi completamente vacío.

Evolución a lo largo de los años de la construcción , a vista de pájaro (Earthrise Media). 29 barcos tiraron arena durante meses para crear la isla. 

El cuarenta por ciento de la promoción inmobiliaria que no está en manos chinas es propiedad del Rey de Malasia, a través de un fondo de inversión local. Por contrato, la constructora está obligada a mantener en funcionamiento  y en perfecto estado la isla, lo que de da un aire de absoluta irrealidad al lugar. Restaurantes vacíos, tiendas cerradas, docenas de rascacielos donde por la noche no se enciende una sola luz, pero todo está limpio y conservado, las plantas verdes y perfectamente podadas, las fuentes funcionan, se recoge la basura y se barren las calles. El gobierno malayo decidió este año convertir la isla en una zona franca libre de impuestos. Especialmente hay un impuesto del que los comerciantes y clientes de la ciudad escapan: el del alcohol. Malasia, un país mayoritariamente musulmán, es uno de los países con los impuestos al alcohol más altos del mundo, sólo por detrás de Singapur y Noruega. En Forest City se puede beber a precios que en el resto del país son ridículos, así que mucha gente va allí simplemente a tomarse unas cervezas porque es mucho más barato que en su propia ciudad.

Atardeceres de cemento (Architectural Digest)

La ciudad fantasma no sólo ha creado problemas económicos, sino también ecológicos y diplomáticos. La construcción de una isla artificial en pleno estrecho de Singapur afecta no sólo a la fauna y la flora de la costa, que estaba supuestamente protegida según la legislación malaya, sino también a las corrientes y a la navegación en una zona que concentra un porcentaje asombrosamente alto de todo el tráfico marítimo del planeta. Malasia y Singapur tienen un tratado según el cual cualquier modificación de la costa que pueda afectar al flujo de buques y mercancías tiene que ser consensuada con el otro país; una sexta parte de Singapur es terreno ganado al mar. Así que tenemos un fracaso económico, un desastre medioambiental y un problema diplomático, a cambio de sólo unas pocas decenas de miles de millones de dólares. ¿Qué más se puede pedir?

Las calles desiertas de Forest City (Xataka)
Forest d’Or, ¡qué guay! (BBC)

¿Qué futuro tiene Forest City? Según la gente que vive allí, la ciudad poco a poco está ganando algo de vida. Entre los factores que atraen pobladores están las exenciones de impuestos, el bajísimo coste de la vida (un apartamento de dos dormitorios cuesta unos 450 dólares al mes), la posibilidad de residir allí pero desplazarse a diario a Singapur (a veinte minutos por carretera), y también, de hecho, la calidad de vida de una ciudad perfectamente mantenida pero a años luz de la masificación de otros lugares en el sudeste asiatico. La ciudad aspira a convertirse también en un polo de nómadas digitales, profesionales independientes que trabajan desde cualquier lugar del mundo en sectores tecnológicos, y, dadas las excepcionales playas que posee, en un destino turístico de primer orden en el sudeste asiático. Y a ser posible, hacerlo antes de que la compañía propietaria quiebre. En cualquier caso, de los casi tres cuartos de millón de habitantes previstos, sólo llegarán, como mucho, algo más de cien mil. Mientras la ciudad se llena, Forest City es un paraíso para misántropos y tímidos, donde por apenas unos pocos cientos de dólares al mes puedes tener una ciudad entera para ti.

Lo de jungla de asfalto se queda corto
Da para rodar peli de zombis. De hecho Netflix rodó aquí un reality show (MSN)

Fuentes, fotos y más info:

Me encontré la historia navegando por el maravilloso Explorando.info. Y además: Business Insider, CNA (2), Arquitecture Digest, FP, Le Parisien, DW, Al Jazeera, BBC. Altamente recomendable el visionado del reportaje de los suecos de Yes Theory:

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Puedes encontrar esta historia, y todas las demás, en El Mapa de Fronteras

Recordatorio periódico: si te gusta este blog, te gustará HISTORIONES DE LA GEOGRAFÍAla mejor colección de anécdotas geográficas que jamás se haya publicado en español, o en cualquier otro idioma terrestre, del Sistema Solar, o de este lado de la Vía Láctea. Ciento una historias bizarras, absurdas, divertidas, elocuentes y chiripitifláuticas que no sólo harán las delicias de pequeños y grandes sino que me permitirán c̵o̵m̵p̵r̵a̵r̵m̵e̵ ̵u̵n̵ ̵F̵e̵r̵r̵a̵r̵i̵ pagarme un par de bolsas de pipas. Cada libro que compráis es un paso más hacia la segunda parte. ¡COMPRAD MI LIBRO, MALDITOS SEÁIS!


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