Túneles, soldados y trampantojos. Viaje a la frontera de Corea del Norte, el último límite de la Guerra Fría

Orota, nuestra guía, oscureció el gesto mientras nos explicaba las estrictas normas para acceder al túnel. Seria como un cadáver, nos instruyó: nada de móviles ni cámaras, obligatorio llevar casco, no salirse de la fila, obedecer las órdenes y no acceder si se padece de claustrofobia. Dos de los integrantes de la expedición decidieron no arriesgarse y se quedaron fuera. El resto nos dispusimos a descender a las profundidades de la frontera coreana, el último vestigio de la Guerra fría.

Aquí, sufriendo

El día amaneció como suelen hacerlo en Seúl durante el invierno, con temperaturas gélidas, así que para combatir los seis grados bajo cero compramos un par de cafés hirviendo en el Nice to CU más próximo antes de subirnos al autobús. Orota nos saludó efusiva para recibirnos; con su más de metro ochenta tenía pinta de ser la coreana más alta de todos los tiempos. El autocar no se llenó por poco, pero había otros siete más en la misma acera, de otras tantas compañías diferentes. El día anterior habíamos pagado el equivalente a 50 euros por una excursión de día completo a la frontera con Corea del Norte, y estábamos emocionados.

Diversión con banderas

No deja de ser curioso que la capital de Corea del Sur se encuentre a 35 kilómetros de la frontera con su archienemigo del norte. Una guía nos explicó la historia del extraño límite internacional, que, para que os lo voy a negar, ya conocíamos de sobra. El resumen es el que sigue: tras la II Guerra Mundial la Península de Corea, como Alemania, quedó dividida entre dos fuerzas de ocupación, la soviética y la estadounidense, separadas por el paralelo 38. Como también sucedió en Alemania, ambos territorios acabaron convirtiéndose en estados independientes por separado. Pero, a diferencia de lo sucedido en Europa, en Corea los comunistas, con respaldo soviético, decidieron cruzar la frontera e invadir a sangre y fuego a sus vecinos. En dos meses habían conquistado el 90% del Corea del Sur, pero Estados Unidos, bajo mandato explícito de la ONU, lanzó una contraofensiva desembarcando tanto en Pusan como en Incheon (a las afueras de Seúl) que destruyó las líneas de suministro de las tropas norcoreanas, y acabó dominando temporalmente casi todo el territorio del Norte. La intervención de la China de Mao enviando más de un millón de soldados permitió a las tropas del Norte rehacerse y empujar al ejército de Naciones Unidas hasta la frontera actual. En el ínterin, los soldados chinos tomaron Seúl y la volvieron a perder poco después. Todo esto pasó casi íntegramente en el segundo semestre de 1950, pero la Guerra de Corea duraría dos años y medio más, hasta la firma del armisticio de 1953 que fijó el límite que conocemos hoy.

A ambos lados de la línea de armisticio se estableció la conocida como DMZ o Zona Desmilitarizada: una franja de territorio de cuatro kilómetros de ancho que sirve de colchón entre ambos países, y en la que está prohibida la actividad militar, pese a lo cual es probablemente la frontera más militarizada del mundo. En el lado surcoreano existe también la Línea de Control Civil o CCL, una barrera adicional, a una distancia entre cinco y veinte kilómetros del inicio de la DMZ, que no se puede traspasar sin autorización previa. En la parte interna, justo sobre la Línea de Demarcación (a efectos prácticos: la frontera) se encuentra Panmunjon, el poblado en el que se firmó el armisticio en 1953, y la denominada JSA (Joint Security Area, o Zona de Seguridad Conjunta). Y exactamente sobre la línea que separa las dos Coreas están los famosos edificios azules donde se reúnen de tanto en tanto las delegaciones del norte y del sur y dentro de los cuales, por unos instantes, se puede cruzar físicamente a Corea del Norte. Que era lo que más ilusión nos hacía. Y que, por supuesto, fue lo único que no pudimos hacer. Y el culpable tiene nombre y apellido: Travis King

Sospecho que en este contexto esto no significa «mío»

Travis King era uno de los treinta mil soldados que las Fuerzas Armadas de EE.UU. mantienen en Corea del Sur como parte del acuerdo de protección con el país. Tenía ya un largo historial de encontronazos con la policía de Seúl cuando a mediados de 2023 fue encarcelado durante mes y medio por causas que no han trascendido. Al salir, y dado que era la tercera vez que la policía surcoreana le metía en el calabozo, el ejército de EE.UU. decidió repatriarlo y expulsarlo del ejército. Fue escoltado al aeropuerto pero en vez de subirse al avión que le llevaría a Estados Unidos, se escabulló y volvió a la ciudad. Allí se subió a un autobús de turistas que se dirigía a la frontera, y una vez allí, procedió a desertar a Corea del Norte, provocando un revuelo diplomático y militar considerable, pero, por lo que a nosotros respecta, provocando la suspensión sine die de las visitas a la JSA y a la frontera física norcoreana. Te maldecimos, Travis.

Soldados surcoreanos revisan nuestros pasaportes en un checkpoint

Después de poco menos de una hora de recorrido llegamos a la primera parada del día, el centro de información turística, donde nos reunimos con otro par de docenas de autobuses. La frontera norcoreana es una de las excursiones más típicas desde Seúl, si no la que más, y hay un puñado de recorridos y experiencias de todo tipo y para todos los bolsillos. Del recinto parte un teleférico («de la paz») hacia el otro lado del río Imjin, pero nosotros dimos una vuelta por el lugar mientras Orota nos explicaba historias trágicas y curiosas de la II Guerra Mundial, la relación entre las dos Coreas y la frontera entre ambos países. Ahí caímos en la primera trampa para turistas del día, una tienda de recuerdos situada en un extremo del complejo donde era posible comprar un par de billetes de Won norcoreanos a unas veinte o treinta veces su valor real. Cosa que hicimos, claro. ¿Son reales los billetes? Según la Wikipedia, sí. ¿Se pueden encontrar más baratos? Por supuesto. A sólo doscientos metros había un par de puestecitos que vendían los mismos billetes con un 20% de descuento, pero nuestra guía había evitado por todos los medios que nos acercáramos allí.

Billetes de 5 y 5000 won norcoreanos, al cambio oficial unos 0,5 céntimos de euro uno, y 5 euros el otro, aunque en realidad su valor en el mercado negro está entre un 10 y un 20% de esa cantidad. Todos los billetes norcoreanos que se pueden comprar en Corea del Sur son exportaciones para coleccionistas autorizadas por el gobierno de Corea del Norte. Así que cuando pagamos respectivamente 3 y 14 euros por esos billetes, estábamos financiando al régimen norcoreano. Shame on us

La reunificación, y las relaciones con Corea del Norte, son un tema recurrente en la política surcoreana. Y es comprensible, dado el trauma que supuso tanto la guerra como la división. Unos tres millones de civiles coreanos murieron durante los tres años de combates (un 15% de la población total de la península), y varios cientos de miles de familias se vieron separadas en el caos de las sucesivas evacuaciones, conquistas y reconquistas de territorio. Quedan aproximadamente 60.000 personas que tienen familia en el Norte, o que creen tenerla, pero un tercio de ellas tiene más de noventa años. Las historias individuales de los padres que dejaron atrás a sus hijos, hermanos que nunca volvieron a verse y familias rotas son desgarradoras, pero para la inmensa mayoría de los surcoreanos son Historia reciente. El apoyo a la reunificación es bajísimo, principalmente por el descomunal esfuerzo económico que supondría integrar una sociedad cuya renta per cápita es 35 veces inferior (por comparar, Alemania Occidental tenía una renta per cápita de poco más del doble que la del Este). La mayoría de los coreanos con los que hablamos simplemente ya no cree que sea posible.

Freedom Bridge cerca del centro de información turística. Durante muchos años, la única manera de entrar y salir de la DMZ en sí era a través de este puente y del siguiente con el que está conectado, que también tiene una vía férrea

La siguiente visita nos llevó al Observatorio Dora, rebautizado instantáneamente como Dora la Observadora. Situado al borde de la DMZ, a poco más de dos kilómetros de la frontera, desde la terraza del edificio un puñado de binoculares y de cámaras de alta resolución permiten «espiar» el territorio norcoreano. Es básicamente imposible saber qué estamos viendo, más allá de las dos gigantescas astas de bandera situadas frente a frente en las dos aldeas propagandísticas que hay dentro de la DMZ, una a cada lado de la frontera. De vez en cuando alguien atisba un norcoreano en bicicleta y pega un chillido de emoción. Por lo que se sabe, todo lo que se puede ver desde Corea del Sur está pensado para ser visto desde Corea del Sur, igual que los billetes norcoreanos que compramos son exportaciones legales para que las compremos.

Dos de los muchos binoculares que apuntan hacia Corea del Norte. Al fondo, la bandera de 160 metros de alto en medio de la aldea propagandística norcoreana

Durante unos cuantos años las principales exportaciones de Corea del Norte fueron a Corea del Sur. El fundador de Hyundai fue el primer civil surcoreano en visitar el otro lado de la frontera, 36 años después del final de la guerra. En 1998 cruzó la frontera con un convoy de más de mil vacas para el pueblo norcoreano e hizo lobby para incrementar las relaciones económicas entre los dos países. Fruto de estos esfuerzos y otros muchos, en 2002 se abrió la zona industrial de Kaesong, un pueblo a pocos kilómetros de la frontera donde empresas surcoreanas instalaron sus fábricas, dando empleo a más de 40.000 norcoreanos, a cambio de salarios que eran unas cinco veces inferiores al salario mínimo en Corea del Sur, pero el triple del salario medio en el Norte. Simultáneamente el sur construyó un resort turístico en el norte para uso y disfrute de los ciudadanos surcoreanos, que en los seis años que estuvo abierto vio pasar más de un millón de personas procedentes del otro lado de la frontera. Ambos proyectos fueron parte de la llamada «Política de la luz«, que es como se conoce en Corea del Sur a las políticas de apaciguamiento y buena relaciones con el vecino de arriba. Ambos proyectos acabaron cerrando. En el caso del resort turístico, porque soldados norcoreanos asesinaron en 2008 a una turista del sur sin demasiadas explicaciones, y en el caso del parque industrial, porque en 2016 el Sur se cansó de financiarle las pruebas nucleares al Norte sin recibir nada a cambio. La política de apaciguamiento tiene muy mala prensa en Corea del Sur en buena parte por la percepción de que el norte se aprovecha de ella, pero sin ofrecer ninguna contrapartida política, especialmente en el único tema que realmente preocupa al sur de la frontera: la nuclearización.

Vídeo y diagramas explicativos increíblemente cuquis acerca de la zona industrial de Kaesong. Los personajes son un perro norcoreano y un gato surcoreano que acaban arreglando sus diferencias.
Los presidentes Kim, de Corea del Norte, y Moon, del Sur, en la zona fronteriza de Panmunjeon, en mayo de 2018. Kim Jong Un fue el primer presidente norcoreano en pisar Corea del Sur, y Moon el primer presidente surcoreano en hacer lo propio en el Norte

Hay dos pueblos dentro de los cuatro kilómetros de ancho de la DMZ, uno a cada lado de la línea de armisticio del 53. En el Norte se encuentra Kijong-Dong, hogar de la sexta asta de bandera más alta del mundo, y visible desde el observatorio. Según todos los organismos internacionales, es una aldea Potemkin que sólo tiene fachadas apuntando hacia el vecino. En el Sur se halla Daeseong-Dong, un pueblo con 137 habitantes, actualmente ancianos en su mayoría. Los residentes del lugar están exentos de las dos obligaciones más gravosas de cualquier ciudadano surcoreano (pagar impuestos y el servicio militar), pero a cambio apenas pueden salir del pueblo (los horarios de entrada y salida están muy limitados por la ONU, que es quien está a cargo del lado sur de la DMZ), y hay toque de queda nocturno. En los pocos kilómetros que hay entre el límite sur de la Zona Desmilitarizada y la Línea de Control Civil hay más pueblos, y vemos un par de ellos desde el autobús. Sí que parecen habitados, pero también notoriamente más pobres que cualquier arrabal de Seúl. Durante buena parte del trayecto nos indican que no tomemos fotos, aunque tampoco se esfuerzan demasiado en impedírnoslo

– Y aquí a la derecha pueden ver la Verja del Sufrimiento Inenarrable y el Foso del Hambre Aterradora, mientras que a la izquierda está ¡Cuquipolicía fronterizo, el superhéroe que mantiene lejos las bombas nucleares de Tito Kim!

Donde sí que hay un esfuerzo consciente y muy intenso de impedir las fotos es en nuestra tercera parada del día, y momento estrella de la excursión: el túnel. Oficialmente conocido como Tercer Túnel de Agresión, se trata de una galería excavada bajo tierra por el ejército norcoreano con el objetivo de invadir el Sur pasando por debajo de la extraordinariamente fortificada DMZ. Como su propio nombre indica, es la tercera instalación de su tipo que se ha hallado, de un total de cuatro que se hayan hecho públicas. El que nosotros visitamos se localizó en 1978 después de cuatro meses de investigación tras la detección de explosión subterránea. El vídeo en inglés que explica la historia del túnel es una formidable pieza de propaganda de principio a fin, narrado con un tono épico, a ratos rayano en lo apocalíptico. Aparentemente el túnel habría permitido el paso de treinta mil soldados por hora camino de Seúl, e incluso de artillería ligera, según explicaba la grabación. Después de ser convenientemente informados, nos dispusimos a descender al túnel, que se interna por debajo de la DMZ hasta llegar a apenas un par de cientos de metros de la frontera.

Entrada al túnel, bien provista de cascos. Esta foto a día de hoy no puede hacerse (es de la Wikipedia)

Hay dos maneras de descender a las profundidades de la Guerra Fría, a pie o en unas vagonetas eléctricas, y nuestro tour sólo incluía la primera de ellas. Nos conminaron a depositar móviles y cámaras en una taquilla y nos dieron un casco, cuya utilidad comprendimos poco después. A lo largo de 400 metros se desciende hasta los 75 metros de profundidad, y a partir de ahí se avanzan varios cientos de metros más hasta llegar a una barricada de cemento en la que hay una ventana desde la que se puede otear la siguiente barricada. Hay una tercera barrera de hormigón que ya no se ve tras la cual, esta vez sí, está la frontera subterránea con Corea del Norte. Los cascos nos fueron extremadamente útiles: durante la mayor parte del recorrido por el túnel el techo está a metro setenta o menos del suelo, así que es extremadamente fácil golpearse la cabeza una y otra vez contra la roca madre. Y si encima la guía tiene una prisa ansiosa porque va 17 segundos por detrás del horario previsto y exige a los turistas que caminen como si estuvieran disputando la prueba olímpica de 20 kilómetros marcha, la estabilidad craneal del público se ve seriamente amenazada. Sin casco, yo habría salido de allí en ambulancia.

Túnel de acceso al Túnel de Agresión. En la imagen no se aprecia pero la cuesta es endemoniadamente inclinada (Dark Tourists)

Dos vídeos grabados de forma probablemente ilegal hace casi once años

En los alrededores de la entrada del túnel hay unos cuantos lugares donde hacerse fotos para Instagram, como la primera de este texto. Son todo trampantojos, claro, lugares Potemkin para fotografiarse. La supuesta línea entre las dos Coreas de la primera foto pretende ser el Paralelo 38, la frontera original entre los dos países, pero la realidad es que se encuentra cinco kilómetros al sur de esa línea. Existe también una verja con siluetas de animales y alambre de espino en lo alto que pretende ser «la frontera», pero que es un trozo de valla metálica de cinco metros de ancho que puede rodearse perfectamente, está ahí sólo para el postureo. Un poco como los billetes que habíamos comprado un rato antes, también, o como los montajes fronterizos del régimen norcoreano.

Instagramers Welcome

Nuestra última visita del día ya fue de vuelta a la civilización, el puente colgante del Monte Gamaksan, a pocos kilómetros de distancia. Durante la guerra de Corea fue el primer lugar en caer en manos de las tropas de Kim Il Sung, el mismo día en el que se iniciaron las  hostilidades. Luego fue reconquistado, vuelto a perder y vuelto a reconquistar en los vaivenes de la guerra. Los 220 metros de puente dan para reflexionar sobre la historia de Corea en el Siglo XX. Fue una colonia japonesa durante 35 años hasta su liberación en 1945, y acto seguido se vio dividida por otros dos superpoderes, y envuelta en una guerra que mató a uno de cada siete coreanos, y destruyó todas las ciudades e infraestructuras de la península. Corea del Sur fue más pobre que su vecina del Norte hasta finales de los 60, y durante al menos la mitad del medio siglo que siguió al final de la guerra, también fue una dictadura. Pero hoy es una sociedad libre, rica y que exporta al mundo no sólo tecnología y productos industriales en cantidades absolutamente masivas (Samsung, Hyundai o LG son marcas globales con sede en Seúl) sino cultura popular, como el K-Pop y el K-Drama. Es normal que los coreanos del sur, siendo exactamente iguales en idioma, ancestros y aspecto que los del norte, se sientan cada vez menos apegados a una reunificación que ven ilusoria. La frontera para ellos es simplemente un lugar físico, un dique de contención y el lugar donde se acaba lo bueno. Muchos coreanos visitan la DMZ con la misma curiosidad con la que lo hicimos nosotros y llegan a la misma conclusión: la frontera más militarizada del mundo es, desde el punto de vista de un civil, una trampa para turistas.

El puente sobre el río guay

Sobre cosas coreanas se escribió aquí por primera vez hace dieciséis años: La última frontera de la guerra fría (y su segunda parte), la primera aproximación a la frontera coreana, al poco de abrirse el blog. También en su día se habló de las carreteras desiertas de Corea del Norte.

Y si te gusta el tema de espías, guerra fría, fronteras complicaditas, aquí tienes para rato:

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10 respuestas a “Túneles, soldados y trampantojos. Viaje a la frontera de Corea del Norte, el último límite de la Guerra Fría

  1. Avatar de franki75c6bc6ffd3e Fran Santamaría Traba 22-abril-2024 / 9:14 am

    Leo este post estando precisamente de vacaciones en Corea del Sur. Con alegría me alegro de haber desestimado la visita a la DMZ. Mi frikismo fronterizo se habría quebrado con ese panorama. Muchas gracias como siempre por la claridad!!.

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    • Avatar de chaaani37 chaaani37 22-abril-2024 / 8:25 pm

      Estuve en Corea del Sur el verano pasado, y también pasé de ir. Veo que no soy el único que, llegado el momento, piensa «pero qué cojones» y decide hacer otra excursión.

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  2. Avatar de Matias ND Matias ND 22-abril-2024 / 6:39 pm

    Que gran post.

    No voy a mentir, el viaje a la frontera coreana es uno que me gustaría realizar en algún momento

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  3. Avatar de Marius Marius 23-abril-2024 / 7:40 am

    Felicidades, una gran entrada al post. No deja de sorprenderme lo irónico del comentario del cierre: la frontera más militarizada del mundo, convertida en un parque de diversiones para turistas frikis geotrastornados. Ganó el capitalismo.

    De los enlaces en paralelo me encantó lo de las aldeas Potemkin, no conocía el término por nombre, pero de sobra lo venimos viviendo desde siempre en México, cada que pasaba una gira presidencial por algún pueblo olvidado, ya se ve que es más frecuente de lo que uno se cree y no respeta primer o tercer mundo. Échale un ojo a las fachadas Potemkin de los pozos petroleros en pleno centro de Los Angeles, California. Da para una entrada completa solo de ese tema.

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    • Avatar de Diego González Diego González 23-abril-2024 / 11:34 am

      Sí, conozco lo de L.A., lo vi en un vídeo creo que de Wendover Productions. Hay edificios en Londres que son respiraderos del metro y cosas así que también me encantan

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  4. Avatar de snedecor snedecor 23-abril-2024 / 11:54 am

    Por fin. Un blog sobre fronteras como este no podía permitirse pasar ni un año más sin que su autor pusiera el pie en la frontera (o su sucedáneo turístico) más famosa del mundo. Mission accomplished! Y si se me permite hablar de mi libro, no sé si lo de que el «señor Hyundai» fue el primer civil en pasar la frontera será estrictamente cierto (quizás dependerá de lo que entendamos por civil, supongo). Hace años escribí sobre la selección unificada de Corea que jugó el mundial sub20 de fútbol de Portugal 1991 y, según se decía en el informe técnico oficial publicado por la FIFA sobre ese torneo, antes de viajar pasaron media semana entrenando en Corea del Norte ya con todo el equipo, surcoreanos incluidos.

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