Lo bueno que tiene el desierto australiano es que hay muchas cosas que ver, lo malo es que esas cosas están muy lejos entre sí. Alice Springs es la ciudad más grande del desierto, con sus veintipico mil habitantes, que suponen el 12% de la población del Territorio del Norte, un inmenso páramo de millón y medio de kilómetros cuadrados habitado por doscientas mil personas. El aeropuerto de Alice Springs, sin embargo, recibe anualmente más de seiscientos mil pasajeros, de los cuales una buena parte acudirán posteriormente a Uluru, también conocida como Ayers Rock, el pedrusco gigante en mitad de la nada que es, probablemente el icono más conocido de Australia y, de largo, la atracción más concurrida del Outback. Pero un poquito más cerca de la ciudad también se pueden encontrar formaciones curiosas. A 130 kilómetros al sur de Alice Springs (algo más de 150 por carretera, o algo semejante a una carretera) se encuentra Chambers Pillar, o la Columna de Chambers, un pilar de 350 millones de años de antigüedad y más de cincuenta metros de alto hecho de la misma arenisca que Uluru y destacando casi igual sobre el desierto de alrededor. La Columna es, de lejos, lo más alto en centenares de kilómetros a la redonda y sólo la aplastante fama de Ayers Rock (unida a su ubicación en mitad de la nada) impide que sea, al menos, un poco más conocida.
La Columna de Chambers al amanecer (clic en la imagen para ampliar). © ian47au

El primer europeo en ver el lugar fue el explorador John McDouall Stuart, probablemente el más conocido de todos los suicidas que se dedicaron a explorar el Outback, y el segundo en cruzarlo de sur a norte y en regresar para contarlo. Allá por los años sesenta del siglo XIX la exploración del centro de Australia (que sobre el mapa era un descomunal agujero) rivalizaba en el imaginario inglés con el hallazgo de las fuentes del Nilo. John Stuart realizó seis expediciones al Outback, alguna de ellas en pleno enero, en lo más duro del verano austral, sin perder un solo hombre. Esto le valió ser una de las dos únicas personas en ser galardonada dos veces por la Royal Geographical Society (la otra era un tal David Livingstone, supongo).
Seamos sinceros: una entrada sobre el Outback sin una señal de tráfico con un canguro no es lo mismo.
Stuart no fue el primero en cruzar de Sur a Norte Australia, ni tampoco el primero en sobrevivir, pero sí el primero en hacerlo sin perder a una significativa parte de la expedición. Otra partida de exploradores, la de Burke y Willis (otro día hablaremos de ellos) consiguió llegar al Golfo de Carpentaria, pero murieron todos menos uno al regresar. John King, único superviviente, fue rescatado unos meses después tras aguantar el tirón con la ayuda de los aborígenes y, por tanto, se convirtió de chiripa en el primer europeo en cruzar Australia de Sur a Norte y viceversa. La travesía del desierto en esa época, no hace falta decirlo, era extremadamente arriesgada. Las expediciones solían fracasar sin importar lo bien preparadas que estuvieran (la de Burke y Willis lo estaba). Las expediciones de Stuart fueron las primeras en viajar muy ligeras de equipaje para ganar velocidad (algo que también haría nuestro viejo conocido Fridtjof Nansen en sus viajes polares unas cuantas décadas más tarde), lo que le permitió no sólo acortar tiempo sino también dar media vuelta y sobrevivir cuando se vio obligado a ello. La importancia de las expediciones de Stuart no fue sólo el recorrer y descubrir todo lo que recorrió y descubrió, sino que consiguió establecer una ruta válida para trazar el recorrido del telégrafo entre la costa norte de Australia y Sídney y Melbourne. También descubrió el manantial junto al que se fundaría años más tarde la ciudad de Alice Springs.
Sobre estas líneas, el camino que lleva a la Columna de Chambers (fuente). Debajo, una vista de ésta al atardecer. Al igual que sucede con Uluru, la arenisca de la que está hecha la Columna hace aparentar cambios de color según la hora del día (fuente).
En total Stuart lideró seis expediciones al Outback, y fue en la tercera de ellas cuando encontró la Columna de Chambers, en abril de 1860. Fue él quien le puso el nombre, en honor a un tal James Chambers, uno de sus patrocinadores en la entonces colonia de Australia Meridional. Todas las expediciones posteriores usaron Chambers Pillar como referencia geográfica para orientarse en el inmenso espacio vacío del Outback. Desde bien pronto se convirtió en tradición dejar una firma de recuerdo en la arenisca de la columna, y hoy son visibles firmas de casi siglo y medio de antiguedad.
Firmas esculpidas en la Columna de Chambers. La que se ve en primer plano es de John Ross, el que fuera encargado, en 1870, de trazar el recorrido para la línea telegráfica trans australiana. El graffiti del recuadro es de su segundo, Alfred Giles (fuente). Debajo, vista de la columna desde la pasarela peatonal instalada en su base (© Devar)
Para llegar a la Columna de Chambers es necesario recorrer 150 kilómetros por la Maryvale Road, una pista de arena roja típica del Outback, sin mantenimiento y que suele cerrar por las lluvias. No es el recorrido más difícil del Outback, pero supone entre cuatro y seis horas de conducción, el ascenso de alguna que otra duna perdida y la posibilidad de quedarse tirado a merced del aplastante calor australiano.
Un par de vistas de Chambers Pillar (fuente 1 y 2)
Fuentes y más info: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 9
Más cosas en mitad del desierto en Fronteras: Lenin en la Antártida, La mano del desierto (en Chile), El diamante del desierto (en Australia) y Una gran duna roja (en Australia, también).
Sigo el blog desde hace algun tiempo y nunca me defrauda. Ahora, en plena canicula, se agradece aun mas. Felicidades
Muy interesante como siempre, me haces «beber» de las fuentes para saber más.
Casi, casi, como ir a La Fontañera: una aventura sin paliativos…
¿Me dejarán escribir «Tucumano» al lado de la firma de Ross?
Si tienes las narices de ir hasta allí, sin duda. Total, nadie te va a ver 😀