Decíamos ayer que la vida en los enclaves de Cooch Bahar no es nada fácil. Las malas relaciones entre los gobiernos de Bangladesh y la India hacen más difícil todavía la ya de por sí complicada situación de los habitantes. En total unas setenta mil personas residen en los enclaves, muchas de las cuales no pueden salir de ellos al carecer de pasaporte. No hay consulados ni oficinas diplomáticas en los enclaves, lo que provoca un caso clásico de círculo vicioso. Un bangladesí residente en un enclave necesita un visado indio para salir de su territorio, visado que únicamente se puede conseguir saliendo del enclave. Los enclaves, en su inmensa mayoría, no están cercados, estando la frontera delimitada únicamente por marcadores de hormigón espaciados unos cuantos cientos o miles de metros entre sí. Las violaciones de la frontera son comunes, casi tanto como los disparos de los guardias fronterizos contra aquellos que salen de sus enclaves.
La mayor parte de estos enclaves carecen de electricidad. Las líneas eléctricas de un país, para acceder a un enclave, tienen que pasar necesariamente por el territorio del país vecino, que no suele dar permiso para la instalación. Tampoco hay colegios (muchas veces porque, sencillamente, no hay sitio), hospitales, mercados o agua corriente, lo que ha provocado que mucha gente emigre hacia la parte principal del territorio de su país (cruzando ilegalmente el territorio circundante).