En la madrugada del 12 al 13 de junio de 1961, más o menos sobre las dos de la mañana, los pasajeros de un tren con dirección a Berlín fueron desalojados en la estacíón de Wannsee por tropas de la RDA. El tren fue devuelto a su lugar de origen, y a los pasajeros se les devolvió el importe del billete. En otras estaciones alrededor del sector occidental de Berlín ocurría lo mismo simultáneamente. Una hora antes, la radio oficial del partido comunista germano oriental había suspendido su prorgamación habitual para emitir un comunicado oficial:
Los gobiernos de los estados miembros del Pacto de Varsovia se dirigen a la Cámara Popular y al gobierno de la RDA con la propuesta de establecer un orden tal que obstruya el camino a las intrigas en contra de los países socialistas y que garantice una vigilancia segura en toda la zona de Berlín Este.
La palabrería burocrática del régimen no dejaba entrever lo que sucedería en las siguientes horas. En todas y cada una de las calles que cruzaban del sector soviético de Berlín al resto de la ciudad sucedió lo mismo. Tropas de la RDA levantaron los adoquines de las calles e instalaron alambradas de un extremo al otro de la calzada, unos metros por detrás de los famosos carteles que anunciaban la partida de los sectores aliados. En las fuerzas de seguridad y las tropas aliadas estacionadas en Berlín Oeste cundió el nerviosismo. En plena Guerra Fría, el mero intento por parte de la URSS de avanzar sobre la parte occidental de la ciudad habría supuesto la guerra. Pero las tropas soviéticas y germano orientales permanecieron en su lado de la raya. Había comenzado la construcción del Muro de Berlín. La madre de todas las fronteras.