Mary Colter, la arquitecta del Oeste Americano

Desde lo alto de la torre se divisan miles de kilómetros cuadrados de desierto, pero sobre todo se tiene una visión inenarrable del Gran Cañón en toda su inmensa grandeza. El edificio se alza al borde del acantilado, y parece que lleve allí desde que el río Colorado empezó a horadar la tierra, mucho antes de que el primer ser humano hollara su ribera. La Desert View Watchtower es una estructura atemporal que podría haber sido construida en cualquier momento entre los albores de la humanidad y ayer por la mañana; es un edificio que pertenece a la tierra sobre la que se levanta, y la domina desde las alturas. Pero como toda construcción humana, se debe a una época concreta, y a una persona en particular. Mary Colter y el Viejo Oeste.

La torre y el Gran Cañón (fuente)

El concepto geográfico y folclórico al que conocemos como «Oeste Americano» va mucho más allá de su representación cinematográfica, que es todo lo realista que cabría imaginar, o sea, poco. Su importancia histórica no lo es tanto por la noción de frontera sino porque forjó la imagen que los estadounidenses tenían y siguen teniendo de sí mismos: una nación de pioneros y aventureros, indomables y libres. Emprendedores, en suma. Una de las fuerzas que contribuyó más decisivamente a la expansión al Oeste fue el desarrollo del ferrocarril; alrededor de las vías del tren bullían los negocios y fluía el dinero. Toda una nueva forma de vida, con su estética asociada. Y una parte muy particular de esa estética se la debe a Mary Colter.

Mary Colter en 1920, con 50 años

Mary Colter nació en Pittsburgh, Pensilvania, en 1869, pero después de dar tumbos por Texas, Arizona y Minnesota, a los 17 años terminó mudándose a San Francisco tras la muerte de su padre. Allí entró en la California School of Design, donde estudió durante cuatro años antes de regresar a Sant Paul, en Minnesota, para cuidar de su hermana mayor y de su madre. A finales del siglo XIX San Paul, capital estatal y ciudad gemela de Minneapolis, era un pequeño centro económico con una minoría apreciable de nativos americanos Sioux. Según sus biógrafos, fue en esta ciudad donde Colter quedó impresionada por el arte indio, tras recibir como regalo unos dibujos hechos por prisioneros de la guerra contra los Sioux unos años antes. En Sant Paul desarrolló una intensa actividad artística y de enseñanza, participando en clubes y movimientos estéticos generacionales como el Arts and Crafts. En 1902 su amiga Minnie Harvey la invitó a trabajar durante el verano en la compañía familiar, la Fred Harvey Company. Ninguna de las dos sabía que esa relación laboral duraría algo más de un verano. Concretamente 46 años.

Mary Colter en el Gran Cañon, en 1932 (fuente)

Hablemos ahora de Fred Harvey, de la compañía que llevaba su nombre y del Ferrocarril de Santa Fe. La historia de Fred Harvey es la canónica de cualquier enterpreneur estadounidense desde hace siglo y medio. Llegó a Nueva York desde Liverpool en 1853, cuando tenía apenas 17 años. Su primer trabajo en la Gran Manzana fue de ayudante de cocina en un famoso restaurante de la época; años después abriría su propio restaurante en San Luis, Misuri. Era 11 de abril de 1861; exactamente 24 horas después empezó la Guerra Civil. El tremendísimo timing le obligó a cerrar el restaurante, pero le abrió la puerta de los ferrocarriles, que en aquel momento estaban en plena expansión y que durante el conflicto tuvieron una importancia capital en el desarrollo de los acontecimientos. Durante sus muchos viajes como agente de carga tuvo ocasión de experimentar en sus carnes el horror y la incomodidad de los larguísimos viajes en aquella época. Los trenes rara vez contaban con coches-cama, y nunca con restaurante; en las estaciones lo que se podía comer era de una calidad ínfima y un precio exorbitante, y eso cuando había algo. A menudo la taberna más cercana estaba a kilómetros de la estación. Así que Harvey decidió fundar una compañía dedicada en exclusiva a proveer de restauración y alojamiento de calidad a los viajeros que llenaban los trenes hacia el oeste. Nacieron así las conocidas como Harvey Houses, restaurantes de una calidad superior esparcidos a lo largo de las vías del Ferrocarril de Santa Fe, la segunda línea transcontinental del país, y la primera pagada enteramente con fondos privados.

Hotel El Tovar, de la compañía de Fred Harvey, junto al Gran Cañón, en 1910. El nombre del hotel se debe al conquistador español Pedro de Tovar, que fue el primero en escuchar las historias de los nativos acerca de un curso de agua en la zona. El también español García López de Cárdenas acabó liderando una expedición que descubrió el Gran Cañón para los europeos. No le pusieron su nombre porque la Harvey ya tenía un hotel llamado así

Los viajeros llegaban a un apeadero polvoriento en mitad de la nada y se encontraban un restaurante impoluto, comida extraordinaria y un servicio exquisito. Las Harvey Houses se convirtieron en emblema de la compañía del Ferrocarril de Santa Fe, y en símbolos del viaje al Oeste. Ayudaron a inventar el turismo tal y como lo conocemos hoy, al igual que el ferrocarril al que servían ayudó a convertir Estados Unidos en una potencia económica, al unir la industria de costa este, la poderosa agricultura de la costa oeste y el centro del país, pendiente de explotar, en un único e inmenso mercado. Harvey quería que sus restaurantes fueran memorables, y reclutó a un montón de muchachas jóvenes, venidas de los cuatro rincones del país, para trabajar en sus restaurantes. Las Harvey Girls también acabaron siendo un icono del Oeste, como los propios locales en los que servían. La unión del ferrocarril y la experiencia gastronómica permitió a la línea de Santa Fe acaparar buena parte del incipiente turismo de masas entre las costas, y sus beneficios económicos.

Las Harvey Girls eran tan famosas que se hizo un musical sobre ellas protagonizado por Judy Garland.
Fred Harvey y algunas de las Harvey Girls, a finales del siglo XIX (fuente)

Los primeros trabajos de Mary Colter para la Fred Harvey Company fueron diseños de restaurantes y comedores a lo largo de las vías de tren. La empresa había evolucionado hasta fundamentalmente inventar el turismo en el sudoeste del país, a través no sólo de restaurantes y áreas de descanso junto a las vías de tren, sino hoteles y resorts concebidos como destinos en sí mismos. Colter era una arquitecta total, no sólo diseñaba las estructuras sino que participaba en su construcción. Según cuentan sus biógrafos, era capaz de hacer el trabajo de un albañil con el adobe, de un carpintero con las vigas y de un yesero con las mezclas. Su obsesión desde joven había sido el arte nativo americano, y su estilo arquitectónico no sólo reflejó este gusto, que mezclaría con un revival del estilo colonial español, sino que lo convirtió en el estándar de facto en los estados que confluyen en los Four Corners, al igual que la Fred Harvey Company fijó la idea de cómo debía ser el turismo.

Autobuses de turistas de la Harvey Company en la Torre Desert View, en 1938 (fuente)

Colter empezó a trabajar en el Gran Cañón antes de que fuera declarado Parque Nacional. Su primer trabajo fue la Hopi House, en 1904, un edificio de piedra diseñado como tienda de arte nativo, situada junto al primer gran hotel de la compañía, El Tovar. En definición de la arquitecta, un museo viviente donde los Hopi pudieran vender sus propias creaciones artísticas. La casa fue diseñada con la ayuda de un antropólogo experto en la tribu Hopi. Las ventanas pequeñas y espaciadas en paredes de arenisca irregular pretendían ser, y eran, historiográficamente correctas: no sólo se trataba de ofrecer souvenirs a los turistas sino de ofrecerles calidad, y una experiencia auténtica y singular. La misma filosofía de los comedores de apeadero, aplicada al incipiente turismo popular.

Hopi House, Arizona
Interior de la Hopi House fotografiado en 1905 (fuente)

Muy cerca de la casa Hopi está el Lookout Studio, que hoy funciona como tienda de recuerdos pero que cuando abrió, en la década de 1910, era el mirador más espectacular del Gran Cañón, y uno de los dos estudios fotográficos de la zona. Como todos los edificios de Colter, está integrado en el entorno hasta que los límites de lo natural y lo artificial se desdibujan. Mary Colter trabajó en seis proyectos más en el Gran Cañón; los que se conservan están protegidos en el Registro Nacional de Lugares Históricos, una larguísima lista de edificios y sitios preservados por el gobierno federal. En 1914 abrió Hermits Rest, un área de descanso para los coches de caballos que llevaban turistas por el parque. Igual que la torre de vigilancia o que la Casa Hopi, la estructura parece una formación natural, como si su existencia fuera no ya lógica, sino inevitable. En el interior, los visitantes podían encontrar un bar, una tienda de souvenirs y una enorme chimenea junto a la que descansar, proporcionando así una experiencia digna de la compañía dueña del lugar.

Hermits Rest (fuente)

Colter no sólo diseñaba las estructuras, normalmente participaba en su construcción, buscando físicamente los mejores materiales disponibles en los alrededores del lugar. Se encargaba también de los interiores, y en muchos casos de los muebles y de la decoración. Colter fue una de las primeras personas en percatarse de la importancia de la atmósfera en una experiencia turística. La filosofía de la Harvey Company encajaba perfectamente con la obsesión por la autenticidad y la perfección de la arquitecta; es lo que hoy en jerga corporativa se llama «aprovechamiento de sinergias». Por entonces no se había inventado el idioma Deloittés, así que simplemente se le llamaba «dar el mejor servicio». Los murales del interior de la torre Desert View le fueron encargados a un artista Hopi; hace casi cien años que abrió e incluso en fotografías, la atmósfera particularmente absorbente del lugar es obvia. La atención al detalle de las obras de Colter es excepcional: cada rincón está estudiado no sólo para cumplir una función sino para hacerlo de forma verosímil. Durante su carrera lideró expediciones a las reservas nativas para conocer en profundidad su forma de vida y aplicarla después en sus obras.

El artista hopi Fred Kabotie pintando el interior de la Desert Watchtower (NPS)
Interior de la Desert Watchtower con los diversos niveles abiertos a un hueco interior. Se puede ver también en Google Maps

Además de los cuatro iconos del Gran Cañón, que forman por si mismos un conjunto protegido, Colter trabajó en todo tipo de hoteles, comedores y lugares de esparcimiento. Construir en el Medio Oeste era un desafío en aquella época: transportar los materiales y el personal no era sencillo ni siquiera para una compañía de trenes, y eran necesarias cuerdas de mulas que llevaran piedra, ladrillos, agua y demás materiales a través de lugares generalmente inhóspitos y despoblados. Para construir el Phantom Ranch, una serie de cabinas en mitad del Gran Cañón, Colter decidió utilizar únicamente materiales que se encontraran cerca del sitio, especialmente la piedra. Acabó creando un estilo arquitectónico propio que se conoce hoy como «Rústico de los Parques Nacionales«, o coloquialmente, un nombre que me habría encantado inventar a mi: Parquitectura.

Lookout Studio y sus increíbles vistas sobre el Gran Cañón

Su obra favorita, curiosamente, no fue ninguna de las que acabó en el registro nacional, sino el hotel La Posada, en Winslow, Arizona, que sigue existiendo hoy día, aunque buena parte de la construcción original se perdió en las décadas en las que permaneció cerrado. En él, Mary Colter disfrutó de libertad creativa total, y no sólo diseñó la construcción y escogió los materiales, sino que se encargó hasta de los uniformes de las Harvey Girls, la porcelana y los cubiertos. Por estas razones y la mentalidad de la época, sus coetáneos la denominaban «decoradora», pero dada la vastedad, profundidad y sensibilidad de sus trabajos, parece bastante obvio que la palabra que la define es arquitecta. La arquitecta del Oeste Americano.

La Torre del Desierto, en los años sesenta (fuente)

Fuentes, fotos y más información:

Wikipedia, National Park Service, BWAF, Legends of America, Arizona Women Hall of Fame, Visit Grand Canyon, JStor (2), Kansas Historical Society

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4 respuestas a “Mary Colter, la arquitecta del Oeste Americano

  1. Andrés Fernandez 18-junio-2024 / 11:47 pm

    Lo primero:

    Genial, como siempre.

    Y en otro orden de cosas, ¿cómo es posible que un día después de publicarse, todavía no hayan comentarios? ¿Dónde están los miles «escasos pero inmerecidos» lectores de antaño?

    Siempre me ha dado pereza ponerme a escribir un comentario, ni siquiera un par de líneas. Con la entrada de los 15 años, https://fronterasblog.com/2023/01/08/quince-anos-no-es-nada/, yo también fui de los que creyeron que «esto» se nos terminaba, y me dió pesar no haberlo apoyado un poco, aunque sólo fuera con algún comentario de vez en cuando, algún voto, ¡yo qué sé!… Luego, empezaron a aparecer artículos, con más frecuencia que antes, y me quedé tranquilo: «esto» seguía funcionando.

    Pero hoy, la indignación ha sido más fuerte que la pereza, así que aquí va un serio reguñete a los desagradecidos lectores que no se han dignado a dejar aquí su comentario. Yo, el primero.

    • Mario Murillo 19-junio-2024 / 3:49 am

      Tranquilo, aquí seguimos algunos fieles lectores, que yo hasta lo tengo en mi opción de favoritos del navegador, una vez a la semana me echo la vuelta

    • Diego González 20-junio-2024 / 2:45 pm

      Jajajajaja, gracias, Andrés. Te nombro Comentarista del Mes, galardón que acabo de inventarme

  2. Ángel 19-junio-2024 / 11:41 pm

    Leo el blog de Fronteras buscando un mundo sin fronteras.

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