Fauna del carril bici. Un ensayo antropológico

Hace algo más de tres años me saqué el abono del Bicing, el sistema de alquiler de bicicletas que el Ayuntamiento de Barcelona pone a disposición de los ciudadanos para el solaz y disfrute de, mayormente, la numerosa colonia de estudiantes de Erasmus y diseñadores gráficos de la ciudad. Pese a la habitual ausencia de frenos en los ciclos municipales, desde entonces la práctica totalidad de los trayectos internos dentro de Barcelona capital los hago sobre dos ruedas, y mi estadía diaria en los cada vez más numerosos carriles bici que recorren la ciudad me ha permitido adqurir una experiencia de campo inigualable a la hora de apreciar los ejemplares que allí habitan. Es un conocimiento que debe ser compartido, y por eso, hoy, en Fronteras, tenemos la Guía de la Fauna del Carril Bici.

Hay que decir que en Barcelona el concepto carril bici sirve de paraguas a infraestructuras diversas y a veces incompatibles. Lás más de las veces se trata de una zona delimitada en un lateral de la calzada por donde pasan coches, motos y camiones de reparto, en otras ocasiones son dos tenues líneas de pintura sobre la acera que nadie respeta porque casi nadie distingue, y en algunas ocasiones es efectivamente un carril aislado del resto del tráfico que permite circular con cierta seguridad y sin excesivo temor a acabar atropellado por un taxista enfurecido. Cada uno de esos habitats cuenta con su propia fauna endemica, pero hay ejemplares comunes a toda la red barcelonesa:

El globero

De pequeño quería ser Miguel Induráin pero no aguanta dos rampas de la subida al Tibidabo sin echar el bofe. Va por el carril bici de la Diagonal vestido para hacer la Paris-Roubaix.  Mira con desprecio las bicicletas eléctricas y los patinetes que el rodean, porque el fin de semana son otros ciclistas los que le miran con desprecio a él. Pone plato grande y piñón pequeño en cuanto puede. Está tan flipado que se coloca en posición aerodinámica entre un semáforo y el siguiente, seiscientos metros más allá. Su bici cuesta dos salarios medios pero no sabe para que sirven la mitad de los accesorios que le ponen. Comparte el trayecto al trabajo en Strava para sumar kilómetros. Flipado de la vida.

Barcelona, lunes, 8:30 AM. Atascos en el carril bici, ¿por qué no?

La estudiante universitaria

Generalmente extranjera, la mayor parte de las veces italiana o francesa. Alegre y faldicorta. 75% de la piel visible cuberta con tatuajes tribales e ideogramas chinos que en relidad quieren decir «beba Coca-Cola» o «tonto el que lo lea». Usa el Bicing para ir de su cuchitril en el barrio de Gracia a la playa de la Barceloneta. Mira el móvil en cada semáforo y se olvida de que tiene docena y media de patinetes detrás. A veces circulan dos o más en paralelo con felicidad despreocupada, como si fueran los protagonistas de Verano Azul, exasperando, de nuevo, al resto de la fauna asfáltica del carril. 

El pofesioná

Falso autónomo pagando su bici elécrica a sueldo. Más prisa que el conejo de Alicia. Tiene que entregar ese Sushi en un plazo de 22 minutos y como que hay un Dios que lo va a hacer. Zigzaguea enloquecido como si le fuera la vida en ello. Mataría a su abuela allá en El Salvador o Uzbekistán por obtener cinco estrellas de valoración. Puede que lo haya hecho. No te metas con él: si le tocan a uno, les tocan a todos.

El elegante

Más cerca de los cincuenta que de los treinta. Barba semicana profesionalmente recortada. Más horas de gimnasio que el TRX. Traje, corbata, mochila para el portátil y patinete eléctrico de gama alta. Arreglao pero informal. El traje es de Zara, pero qué bien le queda al cabrón. Se gusta y se nota. Liga con las estudiantes universitarias en los semáforos. En verano alquila un chalé en Cadaqués y monta fiestas ibicencas. Qué rabia da el tío.

El cani

Chandal Adidas o Kappa, los lados de la cabeza rapados, una china de hash en un bolsillo y una navaja en el contrario. Su otro vehículo es un Ford Fiesta tuneado de 1997 de color vómito y con los altavoces apuntando hacia afuera, pero en el Carril Bici se mueve en un patinete trucado que alcanza los 120 por hora, generalmente llevando detrás a un colega con una bomber o a una amiga con derecho a roce con un plumífero, incluso en verano. Vive rápido, muere joven.

Barcelona in a nutshell

La furgoneta de reparto

La frase «Eh, estoy trabajando y son sólo cinco minutos», según los manuales de psicología, es una de las señalizaciones externas más evidentes de la psicopatía y la carencia de funciones mentales superiores. Protegido por la policía municipal y consciente de su impunidad, el repartidor deja la furgoneta dónde y cuándo le apetezca, y se pone chulo si alguien le recrimina tener que jugarse la vida para rodear su Peugeot Partner pagada mayormente en negro para evadir impuestos. Altamente recomendable esperar a que se marche a donde quiera que tenga que entregar su mercancía y hacerle un arreglo en los retrovisores.

En patinete se llega a todas partes, hasta a la distopía futurista

El cretino

De pequeño se cayó de cabeza al suelo desde un quinto piso y no da más de si. Pese a que su velocidad media es la mitad que la del resto del tráfico del carril bici aprovecha cada maldito semáforo para ponerse delante del todo el mundo, obligando al resto a adelantarle en la siguiente ocasión disponible, una y otra vez. El segundo ser más odioso del carril, después de…

El runner

Es que vamos a ver, me cago en la leche. Se llama Carril Bici. BICI. No «carril-tengo-la-crisis-de-los-cuarenta-y-la-llevo-regular» ni «carril-me-acabo-de-divorciar-y-tengo-que-ponerme-en-forma». Bici. Bicicleta. Esa cosa con dos ruedas, pedales, sillín y un ser humano encima. Tus mallas fluorescentes visibles a simple vista desde la estación espacial internacional y tus bambas con una cámara de aire del tamaño de una pista de baloncesto no pintan nada aquí. Por mucho que corras, la anciana más decrépita de la ciudad va más rápido en su Orbea de 1977, asúmelo y lárgate a la acera, dónde perteneces.

Es que de verdad, DE VERDAD. Te daba asín una guantá a rodabrazo que te vestía de torero

Yo también os he echado de menos. Para más historias con bicicletas (y fronteras): Vennbahn, el carril bici belga que parte Alemania en pedazos

15 respuestas a “Fauna del carril bici. Un ensayo antropológico

  1. Sara GT 20-diciembre-2022 / 8:43 am

    Creo que han faltado unos cuantos.

  2. pedroly 20-diciembre-2022 / 10:06 am

    nada e ruedas! la ciudad para el peaton!!!

    • Uno 20-diciembre-2022 / 11:52 am

      ¿Tampoco metro ni autobús?

  3. Torcuato 20-diciembre-2022 / 10:24 am

    Te falta el bloggler pesado

  4. Adaplorau 20-diciembre-2022 / 10:45 am

    ¿que tipo de pervertido va por el carril bici sacando fotos de los culos de las tias ?

  5. emilio 20-diciembre-2022 / 10:49 am

    No son todos los que están, ni están todos los que son, pero es un buen ejemplo.

  6. curr0 20-diciembre-2022 / 10:52 am

    ¿Y que opinión tienes de los que van en patines por el carril bici?

  7. curr0 20-diciembre-2022 / 10:53 am

    ¿Y qué opinión tienes de los patinadores que usan el carril bici?

    • Uno 20-diciembre-2022 / 11:51 am

      ¿Y por qué no van a hacerlo?

  8. El kojo 20-diciembre-2022 / 3:16 pm

    El dia que los biciclistas dejen de ir por las aceras asustando a gente mayor y no tan mayor, entonces quizas tenga algo de gràcia el comentario que les dedicas al runner ese que tanto te molesta

  9. Dabis 22-diciembre-2022 / 10:22 am

    Buen artículo. Como aficionado al ciclismo que soy me sorprende que el término globero haya llegado a la ciudad, ese tipo de individuos que se pone en postura aerodinámica pero no se depila las piernas, anulando de paso cualquier efecto que estos contosiornismos puedan tener. Si es que hay que quererlos.

    ¿Y tú cuál eres, Diego? 😉

  10. Fernando 1-enero-2023 / 11:18 pm

    Se agradece que hayas vuelto. Se te echaba MUCHO de menos

  11. nuri148 2-enero-2023 / 7:56 pm

    Real que una vez le grité a una vieja: «Es carril bici, no carrito de la compra!»

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