El mismo día en que tomó posesión del cargo Donald Trump firmó una orden ejecutiva cambiándole el nombre al Golfo de México, que pasaría a denominarse Golfo de América, refiriéndose América en este caso a los Estados Unidos de ídem, no al continente completo, que, como el lector seguro conoce, se denomina en inglés The Americas. El 9 de febrero, hace dos días, el the Sistema de Información de Nombres Geográficos del USGS (Geographic Names Information System, o GNIS) actualizó su base de datos para recoger el nuevo nombre, y ayer mismo Google Maps actualizó sus mapas en todo el mundo para reflejarlo. Pero hay una pregunta inevitable. ¿Basta la voluntad de un gobernante para cambiarle el nombre a las cosas? Hay dos respuestas y ambas son correctas: sí y no. Disculpen la ambigüedad.

La orden de Donald Trump afecta única y exclusivamente a los organismos federales de Estados Unidos. En el resto del planeta el Golfo de México sigue llamándose así, e incluso los propios estadounidenses siguen y probablemente seguirán llamando a la masa de agua al sur del país con su nombre tradicional. Donald Trump puede ordenar que en los documentos federales cualquier referencia al golfo se haga con la nueva denominación, pero su poder no pasa de ahí. Google Maps es un producto de una empresa privada y podría perfectamente no mostrar el nuevo nombre, pero lo hace en buena parte como medida de complacencia con el nuevo gobierno.

Los mapas de la empresa de Palo Alto muestran el nombre del Golfo de México según la ubicación del usuario. Gulf of America desde Estados Unidos, Golfo de México desde el país azteca y ambas denominaciones desde, que sepamos, el resto de occidente. Es una característica bastante habitual de la herramienta: mostrar el mapa del mundo acorde con la visión política del lugar desde el que se accede. Por ejemplo, la mayoría del planeta ve Crimea separada de Ucrania y también de Rusia por sendas líneas discontinuas, que indicam la existencia de una disputa territorial. Los usuarios de Google Maps o Earth de Rusia, entre otros países, ven una línea sólida, indicativo de una frontera internacional. Sucede lo mismo en Cachemira, india o en disputa según desde donde se acceda, o con el Sáhara Occidental, de nuevo disputada o puramente marroquí dependiendo del país desde el que se visite.


Así pues parece que México y Estados Unidos nombrarán de manera diferente el mar que comparten, algo que, de nuevo, tampoco es infrecuente. El Canal de la Mancha es llamado Canal Inglés (English Channel) por los británicos y La Manga por los franceses. El internacionalmente conocido como Mar de Japón es llamado por Corea del Sur «Mar del Este», y existe una disputa bastante acalorada acerca del nombre de ese brazo de agua entre ambos países. De la misma manera el Mar de China Meridional se llama, según a quien le preguntes, Mar Meridional (China), Mar Oriental (Vietnam), Mar de Filipinas Occidental (Filipinas, obvio) o Mar de Satuna Septentrional (Indonesia). Los nombres de los accidentes geográficos no dejan de ser convenciones y, como en toda creación humana, las opiniones son como los culos: todo el mundo tiene una.
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