Bienvenidos al 29 de febrero, el día favorito de cualquier amante de las cosas raras. Cada uno de ustedes, queridos amigos, vivirá o habrá vivido en el momento de su tránsito a mejor vida unos veinte o a lo sumo veinticinco de estos días (seamos optimistas). El origen de este día es enormemente conocido y se remonta al Imperio Romano, pero no por ello voy a dejar de explicarlo hoy aquí. La Tierra tarda 365 días y 6 horas en dar la vuelta al sol, por lo que cada cuatro años se acumulan 24 horas, que son paridas en forma de 29 de febrero cada cuatro años. Hay excepciones. Para ser precisos, en realidad nuestro querido planeta tarda exactamente 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45 segundos en darse un garbeo alrededor del sol, por lo que básicamente cada año se acumula un error de unos 11 minutos. Para compensarlo los años que son divisibles por 100 pero no por 400 (es decir, 1800, 1900 0 2100, entre otros) no son bisiestos. Hasta aquí lo que ya sabíais. El caso es que el 29 de febrero es una fecha rara, pero el 30 de febrero lo es aún más. Y sin embargo ha existido ese día. ¿Cuándo? En 1712. ¿Dónde? En Suecia. Esta es su historia.