El 29 de septiembre de 1707 una flota de quince barcos partió de Gibraltar con destino a Plymouth. Después de tres semanas de viaje se encontraban a las puertas del Canal de la Mancha; el tiempo empeoró a toda velocidad, convirtiéndose en una sucesión de tempestades con ráfagas de viento impredecibles y una visibilidad prácticamente nula. El 22 de octubre se produjo el desastre. Cuatro barcos de guerra se estrellaron contra los esal sur de las Islas Sorlingas y se hundieron con toda su tripulación. Mil quinientos marinos se ahogaron en el lugar, que se convirtió en el escenario de la segunda peor catástrofe de la marina británica hasta entonces. Para evitar que aquello volviera a suceder, la monarquía decidió que en aquellas rocas inhóspitas, remotas y solitarias tendría que construirse un faro. El faro más aislado del mundo.

La historia de los faros es casi tan antigua como la de la navegación. Los más antiguos que se conocen en el Mar Mediterráneo datan de unos cuantos siglos antes de nuestra era; el más famoso de ellos, y una de las siete maravillas del mundo antiguo, fue el de Alejandría, una torre de quizás cien metros de alto que fue destruida por un terremoto siglos después de su construcción. Para el siglo XVIII la tecnología había avanzado, pero muchos faros seguían siendo simples hogueras en lo alto de torres de madera o metal; los más adelantados funcionaban con lámparas de aceite de ballena. En Inglaterra los faros eran construidos y mantenidos privadamente, a cambio de cobrar un peaje a los barcos que pasaban cerca (que la Corona se encargaba de recaudar). Además de los cuatro barcos de la tragedia de 1707, otros 54 buques se hundieron en las Sorlingas en el siglo XVIII, y otros tantos corrieron la misma suerte en las primeras cuatro décadas del XIX. Para entonces dos avances tecnológicos permitieron aumentar el alcance y por tanto la eficacia de los faros: la lámpara Argand y la lente Fresnel.

Así que nos hemos plantado ya en 1840. El diseño de las torres permitía construir faros más resistentes y las mejoras en la iluminación y la óptica les permitían mucha más potencia y alcance. Se habían construido ya varios faros en escollos alejados de la costa, pero ninguno tan lejos de cualquier sitio, ni en un espacio tan minúsculo, como el que se construiría en uno de los extremos de las Isles of Sicily. Bishop Rock es una roca, como su propio nombre indica, poco más que un bajío de sesenta metros cuadrados que sobresale ligeramente del mar durante la marea alta, y queda completamente oculto por el agua en la bajamar. Es el peñasco más pequeño de un puñado de arrecifes conocidos como Western Rocks, a unos 45 kilómetros de tierra firme. Allí empezó a levantarse en 1847 un primer faro, una torre metálica de 37 metros de alto. La dificultad de construir en un espacio tan pequeño era evidente: todas las piezas tenían que se transportadas durante la marea baja y ensambladas antes de la pleamar. Después de tres años de construcción y meses antes de la instalación de la linterna, una tormenta se llevó puesta la estructura y la isla quedó de nuevo desierta.

Pero todos sabemos que los ingleses son cabezones, especialmente cuando se trata de cosas relacionadas con barcos yendo de un sitio a otro. Así que apenas un año después de la destrucción del faro, comenzó la construcción de una segunda torre, esta vez de granito, para resistir los despiadados embates del Océano Atlántico. Para resistir el peso de la estructura, los cimientos tenían que ser tan profundos que las piedras inferiores están situadas bajo el nivel del mar durante la marea baja. Los obstáculos para construir con piezas de granito de dos toneladas en un escollo azotado por el mar y del tamaño de un apartamento pequeño son hicieron que sólo se pudiera trabajar durante los días de calma, que no son demasiados en aquella zona de la costa de Cornualles. Al final la obra duró nada menos que siete años, pero en 1858 y sorprendentemente para la época, sin la pérdida de una sola vida humana se inauguró el faro de Bishop Rock, toda una oda a la ingeniería. El faro actual no es, sin embargo, aquella torre construida por James Walker y Nicholas Douglass. En 1881 se revisó el estado del faro y se encontraron grietas y destrozos provocados por las olas y el salitre que amenazaban su integridad. Así que se construyó un refuerzo, que básicamente venía a ser una torre nueva rodeando al faro original. Las remodelación no sólo añadió metro y medio de granito al grosor de las paredes (que en la base era ya de cuatro metros) sino también doce metros a la altura total del faro, que ahora ascendería casi medio centenar de metros sobre el nivel de la marea alta, convirtiéndose en la imponente estructura que ha llegado hasta hoy.

La vida en el faro era todo lo claustrofóbica y solitaria que puede imaginarse. Tres fareros se turnaban para cuidar de la infraestructura y garantizar que iluminara las oscuras y frías noches del Mar Céltico. Dos de ellos estaban siempre en la torre, mientras que un tercero descansaba en la isla habitada más próxima, donde residían también las familias de los fareros. Cada dos semanas se cambiaba de turno, lo que implicaba que de cada mes y medio, los encargados del faro pasaban en su casa dos semanas. Y eso, cuando el tiempo permitía el cambio, cosa que no era tan frecuente como cabría imaginar. Por poner un ejempo: en diciembre de 1946 dos reporteros de la BBC viajaron hasta el faro para grabar un programa de radio y cuando tenían pensado volver la mar estaba tan picada que tuvieron que quedarse. El mal tiempo se prolongó tanto que para cuando consiguieron rescatarles casi se habían agotado las provisiones en el faro. Habían pasado allí 29 días, incluyendo Navidad y año nuevo. El mar es un sitio traicionero


En los años setenta el faro se electrificó, y también se le añadió un helipuerto sobre la linterna, quedando por fin en su configuración actual. Hoy la instalación está conectada a Internet y se gestiona desde el centro de control de la Trinity House, la institución dedicada a los faros en Inglaterra y Gales. El último farero abandonó el lugar el 21 de diciembre de 1992, tras la automatización. La isla quedó deshabitada de nuevo después de siglo y medio, pero si tienes algo de dinero y muchas ganas, puedes quedarte unos días en las casas de los fareros y contratar a alguien con el mismo poco juicio que tú para que te lleve a la base del faro durante la marea baja. Quien sabe, quizá convenzas a la Trinity House para que te dejen dormir una noche en alguno de los diez pisos del faro. Un faro que hace de Bishop Rock la isla más pequeña del mundo en la que hay un edificio, según el libro Guinness de los récords.

Fuentes, fotos y demás: Wikipedia, Trinity House, Visit Isles of Scilly, Dave does History, Lighthouse Accomodations.
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La historia está bien redactada y en general es acertada, pero hay algunas erratas:
No fue en absoluto el peor desastre naval británico, puesto que te olvidas de la Invencible Inglesa, con estimaciones de hasta 15.000 hombres muertos.
La frase «poco más que un bajío de sesenta metros cuadrados que sobresale ligeramente del mar durante la marea alta, y queda completamente oculto por el agua en la pleamar» es errónea. Pleamar y marea alta son sinónimos, por lo que algo está mal redactado seguro. Hay alguna confusión más al respecto a lo largo del texto.
No es con ánimo de ofender o hacer «haré», pero como navegante me gusta ver éstas cosas bien escritas. Un saludo,
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Pues tienes razón en ambas observaciones así que he procedido a corregirlo. ¡Gracias!
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Muy interesante historia. Se agrega a la lista de lugares que me gustaría visitar, pero al mismo tiempo ni loco iría.
Salvo que la oportunidad de ir se me apareciera de la nada… en dicho caso se puede pensar.
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Y otro Pingback, en Finofilipino, aunque como «extra» de otra entrada:
https://finofilipino.org/con-el-coste-de-la-multita-se-podria-haber-pagado-dos-anos-de-chofer/#:~:text=Extra%3A%20El%20faro%20de%20la%20isla%20m%C3%A1s%20peque%C3%B1a%20del%20mundo.
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