Cádiz, salada claridad

Cádiz, salada claridad.
Granada, agua oculta que llora.
Romana y mora, Córdoba callada.
Málaga, cantaora.
Almería dorada.
Plateado Jaén.
Huelva, la orilla de las Tres Carabelas…
y Sevilla.

Manuel Machado

Dicen que no nos acordamos de días sino de momentos. Desde luego, aquel fue uno de los mejores momentos de mi vida. Era el primer verano que pasábamos los tres juntos desde que su madre y yo nos separamos medio año antes, y habíamos ido a la costa gaditana a pasar las vacaciones con sus primos y sus tíos. Días de sol y playa, de raquetas y balones, de comer y cenar a deshoras y de languidecer por las tardes esperando que el calor aplastante cediera un poco. Aquella noche cenamos pizza en un bar cualquiera y después nos fuimos a la verbena del pueblo, con sus coches de choque atronando versiones tecno de El Fary y Camela y su tren de la bruja donde dos paisanos azotan con una escoba las cabezas de la chavalada. No recuerdo cuánto tiempo estuvimos allí pero sí recuerdo cómo de agotados y eufóricos salieron mis hijos, que por entonces tenían apenas 12 y 9 años. Al salir les compré un helado de chocolate a cada uno, y parte de ellos acabó invariablemente extendido sobre el amarillo chillón de las camisetas truchas del Cádiz FC que les había comprado aquella mañana. Mientras regresábamos al coche entre la multitud ruidosa pensé en la perfección insólita de ese momento en particular, pasada la medianoche, nosotros tres caminando de regreso al apartamento, los niños sudados, cansados, polvorientos y embadurnándose de chocolate como si no lo hubieran probado nunca antes.

Además de playas y ferias también visitamos algunos lugares míticos de la geografía nacional y sentimental. Hicimos plainspotting desde lo alto del Peñón de Gibraltar, la primera vez que veíamos aterrizar un avión desde arriba. Visitamos el internado militar rondeño donde pasé dos años de mi adolescencia por, ejem, buen estudiante. Y dimos una larguísima caminata por el paseo marítimo de Cádiz capital, donde pudimos entender el significado último de las dos palabras que Manuel Machado le dedicó a la ciudad. En Cádiz la luz se puede tocar, uno diría que puede usarla  para, yo qué sé, hacerse un jersey. Lo que yo hice, sin embargo, es la mejor fotografía de mis hijos. Sólo ellos dos, las cabezas rubias juntas, las camisetas idénticas y una sonrisa resignada por las infinitas fotos que les hace su padre. Sólo ellos dos, el mar y el cielo de Cádiz, y, claro, la luz. Una luz prodigiosa que hace que una foto hecha con un móvil de 200 euros parezca sacada de un estudio profesional. La imagen está enmarcada en el salón de mi casa, y es el fondo de escritorio de mi ordenador y la imagen de bloqueo de mi móvil. Todos los padres creen que sus hijos son los más guapos del mundo, y, viendo esa foto, yo podría llegar a pensarlo de verdad. Pero el mérito no es mío, claro. Es de la luz de Cádiz.


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8 respuestas a “Cádiz, salada claridad

  1. Avatar de Fco_mig Fco_mig 8-junio-2025 / 1:02 pm

    Todo un canto de amor.

    Hay sitios en el mundo donde la luz tiene algo especial. Nunca he estado en Cádiz, pero parece que es uno de esos lugares.

    Algún día, el blog debería hablar de esos lugares.

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