Fronteras

La frontera terrestre entre dos países más larga del mundo la comparten Estados Unidos y Canadá, y tiene algo menos de nueve mil kilómetros de largo, de los que casi dos mil quinientos corresponden a Alaska. La más corta, como ya vimos aquí, es la que comparten España y el Reino Unido en la verja de Gibraltar, con mil doscientos metros de longitud. Sin embargo, la línea fronteriza continua más larga del mundo corresponde a la frontera entre Rusia y Kazajstán, con 6.800 kilómetros de extensión, mientras que la más corta también nos corresponde a nosotros, y se trata del límite entre el Peñón de Vélez de la Gomera y Marruecos, que apenas llega a los 85 metros de longitud.

Estas son las fronteras reconocidas internacionalmente como tales. Sin embargo, como ya vimos ayer, hay fronteras que se podrían considerar terrestres, puesto que se puede pasar caminando por ellas. Sin embargo no son reconocidas como tales, porque técnicamente no están en tierra propiamente dicha, sino sobre el mar, o bajo él, en el caso del Eurotúnel. Es decir, se consideran como parte de la frontera entre las aguas territoriales de dos estados. De no ser así, la frontera más corta del mundo sería la del Puente de Oresund, con sus 23,5 metros de ancho. Pero tendría competidores. Existen dos países insulares que también tienen fronteras pseudoterrestres con otras naciones.

Uno de ellos es la isla y ciudad estado de Singapur. Hasta mediados del siglo XX fue una colonia británica, y pasó a formar parte de la Federación Malaya en 1963. Dos años más tarde abandono la federación y se convirtió en uno de los países más pequeños del mundo. Desde 1923 está unida a la Península de Malaca por un dique de cuarenta metros de ancho y poco más de un kilómetro de largo sobre el que discurre una carretera, y que se convirtió en el único paso terrestre entre Malasia y Singapur al independizarse estos últimos, y también en la frontera entre ambos países. El extremo norte de la autopista, que por supuesto es de peaje, está en la ciudad malaya de Johor Bahru.

La calzada Johor-Singapur, de 1.056 metros de largo, en Google Maps. Singapur al Sur, al norte Malasia. Las aduanas respectivas se pueden ver en los extremos superior e inferior de la imagen. La frontera según Google Maps pasa ligeramente al sur de la nube que se aprecia en la fotografía, pero se puede ver claramente el cambio de color del asfalto algo más al norte más o menos en la mitad del puente. Esa es la línea real de la frontera.

Como en el Eurotúnel y el puente de Oresund, existe una línea que señaliza donde acaba un país y comienza el otro, que se basa en un acuerdo entre los dos países que delimita sus aguas territoriales. Según éste, la frontera se situaría aproximadamente a unos quinientos metros de la actual costa de Singapur. Digo actual costa porque Singapur se ha dedicado durante décadas a ganarle terreno al mar a base de acumular arena extraida de Indonesia y de los fondos marinos en sus costas, de manera que ha aumentado su superficie en 120 km², desde los 580 que tenía en 1965 hasta los más de 700 de la actualidad. Los límites de las aguas territoriales están fijados por una serie de 72 coordenadas que figuran en un tratado de 1995, y es la línea imaginaria que los une la que marca la frontera de ambos países. Esa línea es claramente visible en el asfalto, pues cambian tanto el color como la textura de éste, y también porque los marcadores fronterizos de Malasia no son lo que se dice discretos.

El principal problema que plantea el enlace entre los dos países es el tráfico. Más de sesenta mil vehículos cruzan la frontera cada día, y cada uno de ellos ha de detenerse en la aduana para pasar los controles de inmigración, en ambos sentidos, lo que hace que cruzar el puente pueda llevar hasta dos horas. Para aliviar la congestión se construyó en los noventa un segundo puente entre Johor y Singapur, conocido como el second link, o segundo enlace. Fue inaugurado en 1998, y financiado y construido a partes iguales por los dos países. La frontera también está aproximadamente en mitad de la construcción, a unos mil metros de cada país.

La otra nación insular que comparte fronteras terrestres es Bahréin. La isla, situada en el Golfo Pérsico, está comunicada por tierra con Arabia Suadí a través de la Calzada del Rey Fahd, una serie de puentes de más de veinte kilómetros de largo que fue inaugurada en 1986. La frontera entre ambos países, a diferencia de las que hemos visto hasta ahora, sí podría ser considerada una frontera terrestre, puesto que está situada en una isla artificial compartida por las dos naciones, a mitad de camino entre ambas. Sin embargo, tampoco las islas artificiales son consideradas internacionalmente como parte del territorio de un país, por lo que, técnicamente, la frontera entre Arabia y Bahréin no existe como tal, o no se diferencia de la aduana de un aeropuerto, por poner un ejemplo.

Isla artificial en la Calzada del Rey Fahd, en Google Maps. La frontera entre Bahréin, al este, y Arabia Saudí, al oeste, se encuentra en la parte estrecha de la isla, de unos doscientos metros de ancho en ese punto. Se aprecian las torres de vigilancia de ambos países en los dos lados de la frontera.

Construir la carretera sobre el mar costó la friolera de 1.200 millones de dólares de hace veinte años, que pagó íntegramente Arabia Saudí. Cada año la atraviesan unos 150.000 vehículos, y tres cuartos de millón de pasajeros. Para cruzar hacia Arabia Saudí hace falta un visado que se puede comprar directamente en la aduana, y lo mismo ocurre en sentido contrario. A ambos lados de la frontera hay dos torres de vigilancia que por la noche se iluminan con los colores de la bandera nacional de cada país.

Está prevista la construcción de otro puente que unirá Bahréin con el emirato de Qatar. Este segundo puente internacional será, cuando se termine, el más largo del mundo, puesto que llegará a los cuarenta kilómetros de longitud, superando todas las marcas existentes hasta ahora. Su denominación oficial es «Puente de la Amistad«, muy original, como se ve. La previsión es que comience a construirse a finales de este año, y esté terminado allá por el 2012. El coste estimado para el proyecto es de dos mil millones de dólares, cifra que se cuadruplicaría si a la calzada se le añade finalmente una vía férrea. El resultado final convertirá a Bahréin en el único país del mundo con dos fronteras inexistentes sobre el mar.